lunes, 24 de septiembre de 2012

Practica la ausencia de miedo



Prácticas del Guerrero Luminoso


Práctica 
la ausencia 
de miedo…

…..elige y toma la decisión de avanzar más allá del miedo, y aunque este te siga acompañando… decide tomar esa experiencia como una oportunidad de aprendizaje y de entrenarte en la quietud y tranquilidad interna con la que conectamos en ausencia de miedo.

Es tan simple! Es solo una decisión! Al estar ahí, frente a la fuente de nuestro miedo… elegir observar desde nuestra luz interna lo que verdaderamente se nos esta mostrando y comprometernos a mantener nuestra mirada desde esa luz… conectados a ella, el miedo simplemente se disipa, la claridad se abre paso, la certeza llega!

Caminar sin miedo, es una maestría, entrenarnos en ella y probarla en nosotros mismos, nos conecta con el poder interno, con el poder de la luz que hay en cada uno de nosotros. Cuando hacemos nuestro este Poder Todo es posible!!

Caminar sin miedo, no implica pretender el no sentirlo… en el momento que se presenta, me relaciono con el y elijo. Elijo conectarme con mi luz, y desde ahí iluminar la experiencia. Elijo ser consciente del aprendizaje y de la sabiduría que estoy adquiriendo. Elijo transformar la experiencia en una experiencia de poder interno. Elijo evolucionar en consciencia.



Un cuento para reflexionar…

Una historia tibetana cuenta que un estudiante de meditación, mientras meditaba en su habitación, creía ver a una araña descendiendo en frente de él. Cada día la criatura amenazadora volvía, creciendo más y más cada vez. Tan asustado estaba estudiante, que fue donde su profesor a contarle su dilema. Le dijo que planeaba colocar un cuchillo en su regazo durante la meditación, así cuando apareciera la araña la mataría. El profesor le aconsejó en contra de este plan. En su lugar, le sugirió que trajera un pedazo de tiza a la meditación, y que cuando apareciera la araña, marcara una X en vientre de la araña. Y que luego le contara.

El estudiante volvió a su meditación. Cuando apareció la araña otra vez, se opuso al impulso de atacarla, e hizo lo qué el maestro sugirió. Cuando más tarde fue a contarle al maestro como le había ido, el profesor le dijo que se levantara su camisa y mirara su propio vientre. Ahí estaba la X.




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